“Y dejándolo todo, se levantó y le siguio”

“Y dejándolo todo, se levantó y le siguio”
(Lucas 5:28).


Imaginemos a Leví sentado en una mesa a un lado del camino cobrando impuestos a todo el que pasaba. Si era un típico cobrador de impuestos, no hay duda que se embolsaba considerables sumas de dinero en lugar de entregarlas al odiado gobierno romano.


Ese día en particular Jesús pasó y le dijo: “ Sígueme”. Un tremendo despertamiento espiritual tuvo lugar en la vida de Leví. Vio sus pecados expuestos. Se dio cuenta del vacío de su vida. Escuchó la promesa de cosas mejores. Su respuesta fue inmediata. “Dejándolo todo, se levantó y le siguió”. Al hacer esto se anticipó a los significativos renglones de Amy Carmichael: “Oí su llamado: “¡Ven, sígueme! / Eso fue todo. / Mi oro terreno se desvaneció, / y mi alma fue en pos de él, / Me levanté y le seguí; / Eso fue todo. / ¿Quién no le seguiría / Al oírle llamar?”
Pero Leví, o Mateo, como es mejor conocido, poco imaginó que desde aquel día en que respondió al llamado de Cristo las grandes cosas seguirían a su obediencia.


En primer lugar, experimentó la incalculable bendición de la salvación. De ahí en adelante las sandalias de Mateo se gastaron debajo de los dedos y no debajo del talón, ya que en lugar de sentarse en una mesa de impuestos, caminaba en pos del Señor. A partir de entonces, tenía más gozo -aún cuando estaba triste- que antes cuando estaba alegre. Podía decir en las palabras de George Wade Robinson: “Algo vive en cada color, que los ojos sin Cristo no pueden ver”.


Más tarde, Mateo llegó a ser uno de los doce apóstoles. Vivió con el Señor Jesús, escuchó Sus incomparables enseñanzas, fue testigo de Su resurrección, salió con el mensaje glorioso, y finalmente puso su vida por el Salvador.


A Mateo le fue dado el indecible privilegio de escribir el primer Evangelio.

Decimos que lo dejó todo, pero el Señor le permitió quedarse con su pluma. Esa pluma fue empleada para describir al Señor Jesús como el verdadero Rey de los judíos.
Sí, Mateo lo dejó todo, pero al hacerlo ganó todo y encontró la verdadera razón de la existencia.


Hay un sentido en el que el llamado de Cristo viene a cada hombre, mujer, niño y niña. Podemos responder o rechazar. Si respondemos, él nos bendice más allá de lo que podemos soñar. Si rechazamos, él encuentra a otros que le siguen. Pero jamás podremos encontrar a un Cristo mejor que seguir.

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